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Ventura Pons, despedido como el príncipe del cine catalán | Cataluña | España

La última escena de Ventura Pons ha sido como en una de sus películas, Mil cretins, donde un príncipe es despedido con flores esparcidas por el suelo, rodeando el féretro, mientras suena música de Carles Casas, y en un set lleno de amigos, con muchos actores, como a él le gustaba. El montaje, como tantas otras veces, a manos de Bel·lo Torras, su mano derecha durante muchos años, con quién hizo 27 de las 33 películas que le acompañarán para siempre, formando uno de los legados más importantes del cine catalán. “Sé que estarías muy contento”, le ha dicho Bel·lo Torras.

Amigos, gente del teatro y del cine, además de la consejera de Cultura, Natalia Garriga, se han acercado al Tanatorio de Les Corts de Barcelona para despedir al cineasta, fallecido el pasado lunes, de forma repentina al atragantarse mientras comía en casa, en su piso de la derecha del Eixample, cuando tenía 78 años. Colegas como Mario Gas, Joan Pera, Francesc Orella, Nuria Hosta, Isona Passola, Carme Sansa, Sergi Belbel o Roger Coma le han acompañado en esta despedida.

Carme Sansa y Joan Pera en el funeral de Ventura Pons. Alejandro García (EFE)

No será el único adiós, al final del acto, Bel·lo Torras ha invitado a todo el mundo a una despedida pública el lunes que viene, en la Filmoteca de Catalunya, en un evento organizado con la Generalitat y la Acadèmia del Cinema para poner en valor su legado. La proyección escogida para este momento ha sido Actrius, uno de sus filmes más celebrados donde comparten pantalla Núria Espert, Rosa Maria Sardà y Anna Lizarán con una joven Mercè Pons, y a partir de un texto de Josep Maria Benet i Jornet, gran dramaturgo del teatro catalán también fallecido.

Delante del ya mítico fotograma de José Ocaña, correspondiente a la película Ocaña, retrato intermitente, su estreno en el cine, su hermano Josep Pons se ha encargado de relatar los primeros años de Ventura Pons a partir de anécdotas de infancia que ya presagiaban un futuro en el mundo del espectáculo, como las dos capas con las que se vestía para interpretar personajes des de que era un niño. Su paso por un internado en la Garrotxa o los años vividos en Inglaterra marcaron su carácter y sellaron sus influencias anglosajonas, que más adelante se moldearían con la afición al teatro y a la vida nocturna, hasta que llegó el cine, su verdadera pasión.

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El recuerdo de Narcís, su compañero de vida que murió hace cinco años, también ha estado presente en la memoria de su hermano y de su amigo Ignasi Millet, que ha puesto la nota de color (rojo, concretamente) a un día de riguroso invierno. “No era fácil ser su amigo, era muy taxativo”, ha reconocido el protagonista de una de sus películas, Ignasi M. Él mismo ha pedido a la Generalitat que Ventura Pons tenga “el reconocimiento que se merece como uno de los activistas culturales más prolíficos”.

Sus dos familias han participado en esta despedida, la biológica y la escogida, sus amigos. Miquel Rey, compañero de trabajo en La Rambla Films, pero también íntimo amigo, ha agradecido la presencia “a los que habéis llorado, habéis sudado y habéis maldecido a Ventura”, en una intervención en qué ha recordado una de las frases que solía decir el director: “El cine es sudor, sangre y lágrimas”.

Mario Gas en el funeral de Ventura Pons.
Mario Gas en el funeral de Ventura Pons.Alejandro García (EFE)

Como era un hombre muy positivo, resistente a la tristeza, Miquel Rey ha pedido a todos los presentes despedirlo con alegría pidiendo a los músicos que le acompañaran. Piano, violín y chelo han respondido con notas alegres y Rey ha aprovechado el ímpetu para reivindicarle como “una bestia” de la cultura “a quien se ha dejado en el olvido poco a poco”. Ha terminado con la lectura del prólogo que había escrito en el último libro con el que trabajaba, dedicado a la desaparición de Narcís. “La esencia de una persona no se va hasta que no marchan todas las personas que tocó”, escribió. Sirve también para esta despedida. Y las notas de El perquè de tot plegat han empezado a bailar.

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By Xilda Borrego Nino

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