Se entiende como muerte cerebral la que se produce cuando el cerebro está destruido de forma completa e irreversible, cesando toda la actividad del mismo. Por tanto, las funciones vitales como la respiración, la circulación de la sangre o el latido del corazón desaparecen. Ahora bien, de manera artificial, aunque el cerebro no funcione, los órganos pueden seguir funcionando si esa persona está conectada a un respirador y otros sistemas de soporte. Pero no es posible respirar sin esta asistencia, no hay respuesta de la pupila a la luz, tampoco hay respuesta ante estímulos dolorosos y el flujo de sangre al cerebro se interrumpe por lo que no existe ninguna posibilidad de recuperación de la función cerebral. El paciente está muerto aunque siga respirando conectado a un respirador.
En realidad, este concepto de muerte cerebral o encefálica apareció cuando los avances en la medicina intensiva y los progresos efectuados en la cirugía de los trasplantes de órganos hicieron necesario definir con claridad cuándo una persona está muerta y, por ello, aunque el concepto de muerte es algo evidente, sin embargo ha aumentado la dificultad para definirla. Hasta 1981 no se establecieron criterios para definir la muerte cerebral, cuando el llamado informe de Harvard sustituyó el concepto de coma irreversible por el de muerte cerebral o encefálica a efectos de intentar establecer de manera clara los criterios de muerte para utilizar los órganos para trasplante. La realidad es que, hasta entonces, el diagnóstico de muerte se basaba en la ausencia de latido cardíaco (asistolia), ausencia de respiración (apnea) y en consecuencia, interrupción de la circulación sanguínea y de la oxigenación de todos los tejidos del organismo. Lo que se estableció en 1981 fue que es el cerebro cuando deja de funcionar, y no el corazón, el órgano que define el fin de la vida.
De lo anteriormente expuesto se deduce que en realidad la muerte cerebral es la muerte real y que si bien una persona en muerte cerebral puede seguir respirando y su sangre circulando durante algún tiempo, poco tiempo en realidad, esto solo es posible cuando está conectada a un respirador. En el momento en que ese respirador se desconecta, deja de llegar oxígeno a los órganos y ahí se produciría la muerte real, aunque en realidad esa persona ya estaba muerta. Así se reconoció la muerte encefálica o cerebral como muerte del individuo en nuestro país en 1993 por la Sociedad Española de neurología y esta equivalencia de la muerte cerebral como muerte real es lo que actualmente se considera.
María Elisa Calle Purón es médica especialista en epidemiología, medicina preventiva y salud pública.
Pregunta enviada vía email por Paula García Pásaro
Coordinación y redacción: Victoria Toro.
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