De las revistas del corazón a la portada en Science. Los análogos de GLP-1, fármacos usados para tratar la diabetes y bajar de peso, han marcado la conversación durante todo el año. Empezaron con noticias de famosos como Elon Musk u Oprah Winfrey, la última en hablar abiertamente de su consumo. Ellos pusieron encima de la mesa el debate cultural en torno a la obesidad, no como un tema moral o de falta de voluntad, sino como enfermedad. Desde los tiempos del bótox y la viagra, ningún fármaco se había colado de esta forma en el imaginario colectivo. Después saltaron a las páginas salmón. Sus dos formulaciones comerciales más populares, Ozempic y Wegovy, convirtieron a su empresa fabricante, la danesa Novo Nordisk, en la más valiosa de Europa y han salvado a Dinamarca de la recesión. Durante todo este tiempo, su presencia ha sido constante en las revistas científicas, donde han ido demostrando su efectividad en la pérdida de peso y la reducción de accidentes cardiovasculares. Y es ahí donde terminan el año, pues la revista Science ha elegido a los análogos del GLP-1 como el avance científico del 2023.
Estos fármacos imitan las hormonas que de forma natural nos hacen sentirnos saciados después de comer. Y cada vez lo hacen mejor y por más tiempo. A pesar de que se llevan prescribiendo desde 2017, en los últimos años han ampliado notablemente sus efectos. La semaglutida (molécula que se comercializa como Wegovy) puede producir una reducción del 15% del peso total, un porcentaje histórico que no se había alcanzado nunca con medicamentos. “Pero quizá lo más importante de todo, más allá de la propia pérdida de peso, sea que están demostrando una reducción de la morbimortalidad”, señala Juan José Gorgojo, jefe del servicio de nutrición del Hospital Universitario Fundación Alcorcón.
Un estudio publicitado este año ha demostrado que estas drogas reducen el riesgo de infartos e ictus hasta en un 20% en personas con sobrepeso. “Además, este mismo fármaco [semaglutida 2,4mg] ha mostrado beneficios clínicos en pacientes con insuficiencia cardíaca”, añade el doctor Gorgojo. “Son razones más que suficientes para que sea destacado como uno de los avances del año”. La revista destaca estos “dos ensayos clínicos históricos” subrayando que han demostrado beneficios “que van más allá de la pérdida de peso”. Es más, los inesperados efectos secundarios que han tenido los análogos del GLP-1, modificando los comportamientos adictivos de muchos pacientes, han hecho que se abran las puertas a posibles usos futuros. “Actualmente, hay varios ensayos en marcha que investigan su uso en el tratamiento de la drogadicción, el alzhéimer y el párkinson”, apunta la revista.
El anuncio de Science se produce un día después de que la revista Nature, el otro gran referente en el mundo científico, eligiera a la bioquímica Svetlana Mojsov, figura clave en el descubrimiento de la GLP-1, como uno de los diez científicos del año. El papel de Mojsov es doblemente relevante en esta historia. Primero por su aportación científica a estos fármacos, pues identificó y caracterizó la hormona y creó los péptidos en los que se basa toda esta tecnología. Pero su historia es también relevante porque ejemplifica las mecánicas patriarcales del mundo científico. Durante años, las revistas y premios del sector alabaron el trabajo de sus compañeros masculinos, los doctores Daniel Drucker, Joel Habener y Jens Juul Holst, mientras ignoraban sistemáticamente el suyo. Después de años de lucha, la bioquímica serbia ha conseguido el reconocimiento que hasta ahora le había sido negado. Revistas como Cell y Nature, que en un primer momento silenciaron sus aportaciones, han tenido que publicar rectificaciones para poner su nombre a la altura del de sus colegas.
El gasto y el efecto rebote
El doctor Gorgojo entiende que, en el contexto español, donde los agonistas del GLP-1 solo se financian para casos de diabetes tipo 2, la Seguridad Social debería tomar nota y empezar a financiar el tratamiento para pacientes con obesidad y problemas derivados. La diferencia supone pasar de pagar 130 euros a la semana a cerca de cuatro. Esto conllevará un esfuerzo para las arcas públicas, reconoce el especialista, pero a la larga puede suponer un ahorro. La obesidad es la puerta de entrada a más de 200 enfermedades y problemas cardiovasculares. Las complicaciones que acarrea se llevan el 9,7% del total del gasto sanitario en España, según la OCDE.
Lo malo es que este gasto no sería puntual, sino constante. “La obesidad es una enfermedad crónica”, sentencia Gorgojo. “No existe ningún tratamiento para una enfermedad crónica que se utilice durante unos meses. El tratamiento debe seguirse de por vida”. Un reciente experimento clínico llevado a cabo con tirzepatida (una molécula aún más potente y comercializada con el nombre de Mounjaro) demostró esta máxima. Tras 36 semanas de tratamiento, los pacientes experimentaron una reducción media de peso del 20,9%. A partir de entonces retiraron el medicamento a una parte de los pacientes, sustituyéndolo por un placebo. Estos experimentaron una recuperación de peso del 14%, mientras que los que siguieron con el medicamento continuaron perdiendo hasta un 5,5% más en las siguientes semanas. El efecto rebote es acusado y empieza en el mismo momento que se deja de tomar la droga.
Cristóbal Morales, endocrino del hospital Virgen de la Macarena de Sevilla e investigador prolífico en esta materia, destaca cómo estos fármacos han cambiado la percepción social sobre la obesidad. “El gran cambio es que nos hemos dado cuenta de que esta es una enfermedad social”, explica. “Hay una falta de adaptación evolutiva. Tenemos genes prehistóricos, del Pleistoceno, y nuestro contexto no es el mismo que teníamos entonces. Vivimos en un ambiente obesogénico”, reflexiona. Los viejos genes, sumados a nuestros nuevos entornos, nos empujan a comer en exceso. Los alimentos ultraprocesados funcionan como auténticas drogas de diseño, capaces de liberar ingentes cantidades de dopamina en unos cuerpos diseñados para reaccionar de esta forma ante los azúcares y la grasa, más escasos en los alimentos naturales. “Lo bueno es que la ciencia ha avanzado para dar una respuesta a esta falta de adaptación, a esta desregulación metabólica”, apunta Morales.
El tratamiento farmacológico de esta enfermedad puede ser efectivo. Pero sus visibles efectos no pueden hacer que perdamos el foco, señala el experto. “Esto no se va a arreglar solo con fármacos, necesitamos que la principal revolución sea el cambio de la sociedad”, apunta. No hay que buscar una solución individual, sino social y ambiental. Según la Encuesta Europea de Salud en España de 2020, el 24% de personas de bajo nivel socioeconómico tiene obesidad, mientras que entre las personas de más recursos, la prevalencia es del 9%. La obesidad es una cuestión de clase, y la irrupción de estos fármacos, que en un futuro estarán disponibles para todo el mundo previo pago de unos cientos de euros a la semana, no puede sino acentuar este hecho. Por eso, los especialistas piden entender estos fármacos como una herramienta que mejore la salud, no la estética, y acompañar los avances científicos de un enfoque social y multifactorial.
“El Homo sapiens siempre necesita en su relato piezas para contar su historia”, reflexiona Morales. “Y nos faltaban piezas para contar esta historia, piezas de epigenética para comprender por qué estamos sufriendo esta pandemia”. Ahora que las tenemos, ahora que la obesidad comienza a ser entendida como una enfermedad de carácter social y ambiental, y no el resultado de un carácter débil o falta de voluntad, se puede empezar a tomar soluciones, explica el endocrino. 2023, señala Science, ha sido el año de los agonistas del GLP-1. “2024 creo que será el año de afrontar el problema de obesidad y de bajar la curva de sus complicaciones”, añade el experto.
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