Tiburones, ballenas, tortugas, aves, insectos… millones de animales viajan cada año hacia sus lugares de reproducción en el mundo y cada vez llegan menos. El primer informe de Naciones Unidas sobre una lista de 1.200 especies migratorias en peligro concluye que la mitad están en declive, y que la tendencia del resto de la fauna de este tipo en el planeta es la misma. Del listado investigado, el 22% del total de especies y el 98% de los peces están en peligro de extinción. La sobreexplotación debido a la pesca y a la caza; el deterioro de los hábitats; la polución lumínica, acústica, química y plástica, además del cambio climático, son los principales culpables de la caída.
“La probabilidad de que desaparezcan especies ha crecido entre 1990 y 2020, lo que supone un fracaso del convenio mundial de la fauna migratoria”, reflexiona Juan Carlos Atienza, responsable de Gobernanza Ambiental de la ONG de ornitología SEO/BirdLife. El fallo se encuentra en que “aunque las decisiones a las que se llega son buenas, los países no las ponen en marcha y estos animales cruzan fronteras, por lo que no vale que uno lo haga y otro no”, opina. El informe se presenta este lunes en la apertura de la 14ª conferencia de la Convención Internacional de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS), que se celebra entre este lunes y este sábado en Uzbekistán. La CMS es un tratado de la ONU del que forman parte 133 países, creado en 1983 con el objetivo de adoptar medidas coordinadas para su conservación.
Las resoluciones adoptadas intentan evitar la pérdida, degradación y fragmentación del hábitat, unos problemas que afectan a tres de cada cuatro especies migratorias en peligro en el mundo. En España, un país vital en las rutas migratorias entre Europa y África, existen ejemplos claros de degradación de los ecosistemas. En Doñana, la falta de agua por la sequía y la sobreexplotación de los acuíferos han provocado que este año las aves invernantes hayan caído hasta su mínimo histórico: solo han llegado 120.649 ejemplares, menos de la mitad que hace un año. El estudio apunta a la agricultura y a la expansión de las infraestructuras de transporte y energía como los culpables del mal estado de estos hábitats en el mundo.
El declive puede ocasionar graves problemas debido al papel “esencial” que juegan en la naturaleza. Polinizan las plantas, dispersan semillas, transportan nutrientes clave, cazan plagas, sirven de alimento a otros animales y pueden regular los espacios naturales mediante la depredación y el pastoreo, enumera el informe. Por ejemplo, los murciélagos participan en la polinización de al menos 528 especies de plantas con flores, y ayudan a la propagación del anacardo, el mango, papaya, maracuyá y numerosas especies de ficus.
Para conseguir revertir la situación, es imprescindible recuperar las áreas clave para la biodiversidad, que la CMS ha identificado como las áreas importantes que los migrantes usan para descansar o son su destino. Pero la mitad de ellas, el 51%, carece de protección y el 58% está experimentando “niveles insostenibles de presión causada por el hombre”.
La sobreexplotación sin resolver
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Los animales también se topan con infraestructuras como presas que impiden a salmones o a anguilas remontar los ríos, o a aerogeneradores eólicos contra los que se chocan. Entre los afectados, la investigación se detiene en la anguila europea (Anguilla anguilla), muy conocida en España por su fama gastronómica y su mal estado de conservación, que el año pasado llevó a varios reconocidos chefs a retirarla de sus menús.
Además, prosigue el documento, siete de cada 10 especies se enfrentan a la sobreexplotación debido a la caza y a la pesca, donde se producen capturas accidentales con las redes, sobre todo de cetáceos, aves o tortugas. Y casi tres cuartas partes de todos los mamíferos terrestres incluidos en la lista de la CMS son el objetivo de cazadores, en gran medida para satisfacer la demanda interna de carne de especies silvestres. La caza con fines alimentarios, deportivos y otros “también es una amenaza generalizada para las numerosas aves migratorias que utilizan la ruta entre Asia Oriental y Australasia o migran entre África y Europa”. Se estima que anualmente “se matan o capturan ilegalmente entre 11 y 36 millones de aves en la región mediterránea”, a lo que se suman entre 1,7 y 4,6 millones en la península Arábiga, Irán e Irak. “Y la captura insostenible e ilegal puede ser aún mayor en el sudeste asiático”, puntualiza el informe, que admite que “faltan datos”.
La sobrepesca amenaza a los tiburones, rayas y quimeras de crecimiento lento. La mayoría se captura de forma accidental y no para el consumo. El seguimiento satelital ha revelado que en muchas ocasiones las áreas utilizadas por los tiburones migratorios y las zonas explotadas por flotas pesqueras industriales coinciden. Esto sugiere, según el estudio, que se ven afectadas por la pesca a gran escala. “De hecho, las poblaciones globales de especies de tiburones y rayas oceánicos han disminuido un 71% desde 1970, coincidiendo con un aumento de 18 veces en la presión pesquera”, aclara.
Las buenas noticias
No todo son malas nuevas. La ballena jorobada (Megaptera novaeangliae), que entró en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en 1986, está consiguiendo salir adelante. La población del suroeste del Atlántico, que pasó de 27.000 individuos a 450 en los años cincuenta del siglo pasado, ha recuperado el 93% de sus individuos. Aunque hay subpoblaciones, alerta el informe, que continúan en mal estado, como la del mar de Arabia, con menos de 250 ejemplares.
El informe también muestra que es posible recuperar poblaciones y especies enteras, pero se necesita la actuación conjunta de los gobiernos y el sector privado. La acción local coordinada, por ejemplo, redujo en un 91% la captura ilegal de aves con redes en Chipre, y en Kazajstán se consiguió sacar al antílope saiga del borde de la extinción.
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