El atisbo de paz que ha recuperado Gaza en los últimos seis días no solo no ha traído sosiego a Cisjordania, sino que ha coincidido con un recrudecimiento aún mayor de la violencia en ese territorio palestino ocupado, donde algunos de sus habitantes denuncian una guerra que no lleva ese nombre.
Mientras Hamás se mostraba este miércoles abierto a la posibilidad de ampliar otros cuatro días la tregua en la Franja, que expira este jueves a las 07.00 de la mañana (una hora menos en horario peninsular español), en Cisjordania una treintena de palestinos eran detenidos esta madrugada en Ramala, Jericó, Nablus y Yenín, explicó a este diario Abdallah Zgari, presidente de la ONG Club de Prisioneros Palestinos. Esa cifra supera la de los presos de Cisjordania y Jerusalén Este liberados el martes gracias al canje por rehenes en Gaza que acompaña a la tregua. En Yenín, el ejército israelí ha ejecutado una gran incursión militar que ha durado más de 16 horas.
La urbe ha sido declarada “zona militar cerrada” y el Ministerio de Sanidad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha denunciado la muerte de dos niños en esa operación militar: Adam Saber al Ghouk, de ocho años —según otras fuentes podría tener nueve— y Basil Suleiman Abu al-Wafa, 15. Un vídeo difundido por medios palestinos y usuarios de las redes sociales muestran las grabaciones de las cámaras del campo de Yenín en el que se ve cómo el primero de ellos recibe un disparo de un francotirador.
Mientras la última y enésima incursión militar en Yenín acaba de terminar, desde Gaza, una fuente de Hamás citada por la agencia France Presse ha asegurado que el movimiento fundamentalista palestino está “de acuerdo” en ampliar la tregua cuatro días más. Esto apunta, no solo a que el grupo armado está logrando localizar a alguno más de los 161 rehenes que, según el Gobierno israelí, siguen en Gaza, sino a que Israel y Hamás podrían empezar a intercambiar también a varones adultos, soldados o incluso a plantear la liberación de reos palestinos a cambio de la devolución de cadáveres de israelíes en poder de las milicias palestinas. Hasta ahora, entre los 66 rehenes israelíes liberados solo hay un hombre adulto: un varón con doble nacionalidad israelí y rusa. El resto son mujeres y menores, además de los 20 trabajadores asiáticos liberados en el enclave palestino fuera del marco del acuerdo entre Israel y Hamás. Israel ha excarcelado, por su parte a 180 palestinos, también mujeres y niños, desde el pasado viernes.
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En ese mismo periodo, un número muy similar de palestinos han sido detenidos por Israel: 168, según Abdallah Zgari. El presidente del Club de Prisioneros palestinos denuncia que las autoridades israelíes siguen además arrestando a menores, como el niño de 12 años que, asegura, fue detenido el martes por la noche en Ramala, la capital de Cisjordania.
El diario egipcio Al Arabi Al Yadid ha informado este miércoles de que Hamás e Israel —con la mediación de Qatar, Egipto y de Estados Unidos— han llegado a un acuerdo para extender la tregua al menos dos días, aunque ninguno de los dos bandos lo ha confirmado oficialmente, más allá de las declaraciones de la fuente cercana a Hamás citada por France Presse. Según ese diario egipcio, que cita fuentes oficiales, el cese temporal de los combates se ampliaría con unas condiciones muy similares a las que han estado en vigor desde el inicio de la tregua el viernes, esto es, el cese de los bombardeos a cambio de la entrega cada día de 10 rehenes en manos de las milicias palestinas a Israel, que, por su parte, seguiría excarcelando a reclusos palestinos y permitiendo la entrada de 200 camiones con ayuda humanitaria a la Franja durante cada jornada. Esa cantidad es “insuficiente”, volvió a recordar el martes por la noche Naciones Unidas. Antes de la guerra, unos 500 vehículos de gran tonelaje entraban en Gaza cada día con ayuda humanitaria y mercancías.
Funcionarios israelíes citados por el diario Haaretz han confirmado que esa propuesta de prorrogar dos días el alto el fuego temporal está siendo analizada por el Gobierno israelí, que aún no la ha firmado. En coherencia con el discurso oficial, los responsables citados por el periódico sostuvieron que Israel no se plantea en ningún caso ampliar la pausa en la guerra más allá del domingo, un plazo exiguo que los mediadores entre ese país y Hamás aspiran a alargar, especialmente Qatar y Egipto, que han reiterado que su objetivo es hacer de esta tregua un alto el fuego definitivo.
El jefe de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, William Burns —director de la CIA— se ha reunido de nuevo este miércoles en Doha con David Barnea, responsable del Mosad israelí, para analizar la nueva fase de la tregua, según una fuente citada por Reuters. Estados Unidos está tratando de comprender cuáles son las condiciones que pone Israel para esa nueva prórroga y si existe la posibilidad de que esta se extienda algo más de los dos días que se añadieron a los cuatro de cese de los combates pactados inicialmente. En una rueda de prensa en Bruselas, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha declarado que “de cara a los próximos dos días”, su país se centrará en “hacer lo posible para prolongar la pausa, de modo que sigamos sacando a más rehenes y haciendo llegar más ayuda humanitaria [a Gaza]”. Blinken tiene previsto visitar Israel este jueves por cuarta vez desde que empezó la guerra.
Entre esas nuevas condiciones, se discute precisamente la posibilidad de empezar a intercambiar a rehenes varones adultos y a militares de ambos sexos. Esta cuestión parece indispensable para una paz algo más duradera, dado que un buen número de mujeres civiles y niños cautivos —65— en manos de las milicias palestinas ya han sido liberados y que Israel condiciona el cese de los combates a que cada día le sean entregados 10 nuevos rehenes. El portavoz del Gobierno israelí, Eylon Levy, ha cifrado este miércoles a 161 los secuestrados en Gaza, de los que 141 son israelíes y el resto, extranjeros.
En la rueda de prensa en la que ofreció ese dato, el portavoz aseguró que su país continuará “aumentando la presión militar para que Hamás libere a más rehenes en Gaza”. Reafirmaba así el argumento oficial israelí que soslaya el peligro que representan también para los secuestrados los bombardeos en la Franja que han matado ya al menos a 15.000 personas, según las autoridades sanitarias gazatíes. Las Brigadas Ezedín al Qasam, el brazo armado de Hamás, han asegurado este miércoles que tres rehenes israelíes de la familia argentino-israelí Bibas han muerto en los bombardeos: el bebé de 10 meses Kfir Bibas, su hermano mayor, Ariel, de cuatro, y la madre de ambos, Shiri. Un comunicado oficial israelí ha respondido atribuyendo “la entera responsabilidad de la seguridad de los rehenes” a Hamás. El portavos militar, Daniel Hagari, ha puesto más tarde en duda el anuncio del brazo armado de Hamás.
La narrativa israelí asegura que seguir con la guerra llevará a Hamás a liberar a más secuestrados. El argumentario oficial israelí describe además esta tregua como “una pausa operacional” que permitirá preparar mejor las siguientes fases de un conflicto al que el Gobierno de Benjamín Netanyahu difícilmente puede renunciar.
El primer ministro se enfrenta, por un lado, a la presión de honrar su promesa de “acabar con Hamás”, un objetivo difícilmente alcanzable dado el doble carácter militar y político del movimiento religioso-nacionalista, la implantación de su infraestructura social y de beneficencia y la imposibilidad de destruir una ideología a cañonazos. Más allá de esa promesa, Netanyahu afronta la belicosidad del ala más ultraderechista de su Gobierno. Uno de sus representantes, el ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, advirtió el martes a su socio en X, antes Twitter, de que detener la guerra equivale a romper la coalición que permite al primer ministro gobernar.
Zona militar cerrada
Las armas han callado de momento en Gaza pero no en Cisjordania, donde sus habitantes viven desde el 7 de octubre —el día del ataque de Hamás contra Israel en el que murieron 1.200 personas— en una constante escalada. Especialmente en algunas de las localidades consideradas por Israel feudos de la resistencia palestina, como Yenín, en el norte de Cisjordania, de unos 50.000 habitantes. De ellos, entre 11.000 y 14.000, según diversas fuentes palestinas, viven en un campo de refugiados cuya superficie no cubre ni medio kilómetro cuadrado.
El martes por la tarde, un gran número de vehículos militares israelíes penetraron de nuevo en la ciudad y en ese campo, mientras francotiradores se apostaban en los tejados y los drones sobrevolaban los edificios, han explicado a este diario fuentes sanitarias que pidieron anonimato. Luz Saavedra, coordinadora de Médicos sin Fronteras (MSF) en Yenín, la única organización internacional que trabaja de forma permanente en el campo de refugiados y en la ciudad, ha confirmado luego a EL PAÍS en una nota de audio que los militares israelíes bloquearon la entrada al hospital público más grande de la urbe, el Jalil Suleimán, “con vehículos militares y con francotiradores” que impedían el acceso de los heridos las urgencias del centro, a las que MSF ofrece apoyo.
“En esta ocasión, incluso vimos tropas de asalto cerca de la entrada de urgencias dentro del recinto del hospital”, un hecho de una “gravedad importante” que no se había visto “en anteriores incursiones”, ha denunciado Saavedra. MSF asegura no poder dar por el momento cifras de muertos ni de heridos.
“Desde el 7 de octubre”, explicaba a este diario en Yenín, horas antes de la incursión, el doctor Wisam Bakr, director del hospital Jalil Suleiman, los soldados israelíes “no siguen ninguna regla”. No solo “impiden a heridos y pacientes acceder a atención médica” durante sus incursiones, sino que “detienen las ambulancias, las registran y se llevan a los heridos detenidos”, aseguraba Bakr. Los francotiradores disparan directamente al hospital, asegura este médico. Los ventanales de las escaleras del centro están plagados de enormes agujeros de bala, aparentemente de gran calibre dado su diámetro. Atacar hospitales, ambulancias y detener a personas heridas, incluso si se trata de combatientes —siempre que no representen ya un peligro—, puede constituir un crimen de guerra.
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