Hay una serie de afirmaciones que consideramos evidentemente ciertas, aunque no sepamos explicar por qué. Es lo que se conoce como sentido común, algo que todos tenemos y que, se supone, compartimos con cualquier persona razonable. Sin embargo, incluso en esas cápsulas de sentido común que son los dichos, también se afirma que es el menos común de los sentidos. Hoy lunes, la revista PNAS publica un estudio en el que se trata de cuantificar el sentido común, tanto para los individuos como para toda la sociedad. En el trabajo, que ha tomado una muestra de 2.000 personas que evaluaron 4.400 afirmaciones, se observa que la existencia de un sentido común compartido por toda la sociedad no existe.
“Nuestros hallazgos sugieren que tiende a haber una cantidad razonable de sentido común entre dos personas, pero que como sociedad hay poco sentido común compartido por todos”, explica Mark Whiting, investigador de la Universidad de Pensilvania y coautor del estudio. Sin embargo, según señala Whiting, la gente tiende a ver los puntos de acuerdo con las personas que trata sin darse cuenta de que, a gran escala, hay pocas cosas en las que todo el mundo esté da acuerdo.
Las preguntas incluidas en el cuestionario para tratar de entender qué se considera sentido común y hasta qué punto es compartido, había desde conocimientos como que “los triángulos tienen tres lados”, cosas que se pueden aprender con la experiencia, como que “una batería no puede proporcionar energía para siempre” o afirmaciones sobre moral como que “todos los seres humanos son creados iguales”. Los resultados muestran que las afirmaciones sobre la realidad física o que hablan del mundo como es, como que el Sol saldrá mañana, se comparten con más frecuencia que las que hacen referencia a ideas sobre cómo deberían ser las cosas, como que todo el mundo tiene que tener las mismas oportunidades de acceder a la educación. Uno de los tipos de afirmación que los participantes consideraron sentido común con menos frecuencia son los aforismos.
Javier Vilanova, profesor de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro Filosofía de sentido común, plantea que “el sentido común no se ve tan bien en la descripción que uno hace de una situación, sino en cómo actúa”. Por eso cree que un experimento observando cómo actúa la gente, más allá de las ideas que tengan sobre determinadas afirmaciones, puede ayudar a evaluar mejor lo que se comparte y lo que no. “Donde se ve de verdad el sentido común, y donde se desarrolla, es en la vida cotidiana”, afirma Vilanova, que pone como ejemplo el valor del dinero como algo que existe porque hay una creencia compartida sobre ese valor.
Uno de los aspectos que ha llamado la atención a los autores del estudio es que variables demográficas como el género, el nivel de ingresos o las preferencias políticas no estaban asociadas con lo que se percibía como sentido común. Sin embargo, sí lo estaba con dos tests, uno que mide la capacidad de una persona para razonar más allá de lo que le dice su instinto (el test de reflexión cognitiva) y otro que mide la habilidad para leer emocionalmente a los otros (el test de leer la mente en los ojos). Vilanova cree que la falta de diferencias por clase social o género muestra cómo “el sentido común es un factor aglutinador que permite que personas en un grupo heterogéneo compartan algo transversal”.
En el estudio que hoy publica PNAS, los autores tratan de superar la vaguedad que acompaña al sentido común, un sentimiento que, con frecuencia, se utiliza como argumento de autoridad, pero no es nada fácil de definir. Para ello, los participantes deben precisar lo que este sentido para ellos, pero que también creen que comparten los demás, algo que va más allá de la percepción habitual del sentido común. Normalmente, cuando uno opina que algo es de sentido común y otra persona discrepa, simplemente piensa que ese individuo que no comparte su visión del sentido común está equivocado.
Los autores del estudio esperan que la herramienta que han creado podrá servir para estudiar el sentido común en distintos contextos y ver, por ejemplo, cómo ha cambiado a lo largo del tiempo o las diferencias entre culturas. En el futuro, se plantean estudiar si las afirmaciones en el ámbito político suelen enmarcarse peor en el sentido común que en situaciones de la vida cotidiana o si su uso como parte de la retórica política degrada el término a ojos del público.
En la historia de la humanidad, lo que se considera sentido común ha ido variando, en parte gracias al trabajo de la ciencia, que muchas veces parece un esfuerzo para conocer la realidad que se oculta debajo de percepciones muy arraigadas. Hasta hace no tanto, la idea de que la Tierra es plana o permanece estática parece más intuitiva que el hecho, desvelado por la observación racional, de que es una esfera que se mueve a más de 100.000 kilómetros por hora alrededor del Sol. Sin embargo, el sentido común como punto de partida es necesario para hacer posibles las relaciones sociales e, incluso, la comunicación entre científicos. Más allá de ese punto de partida, pese a lo que sugiera el nombre, la totalidad del sentido común de cada persona individual —escriben los autores— puede ser solo suya”.
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