Faltan 90 segundos para el fin del mundo. Antes de salir corriendo al refugio nuclear, debe saber que, por más que inquietante, no se trata sino de un cálculo simbólico que cada año efectúa un comité convocado por el Boletín de Científicos Atómicos. Es una de esas tradiciones (como la cuesta de enero, el compromiso de abstemia del dry January o el Blue Monday) que hacen del primero del año el mes más cruel, y consiste en desvelar cuán próxima consideran estos expertos que está la humanidad de su medianoche en el Reloj del Apocalipsis (Doomsday Clock), eufemismo tras el que se esconde el exterminio total. Cuanto más cerca, menos queda para el fin del mundo. La buena noticia es que las manecillas se mantienen a la misma distancia que el año pasado. La mala: el de 2023 fue el registro más preocupante desde que se puso en marcha el reloj allá por 1947.
¿Los motivos de preocupación? Los custodios de las manecillas del apocalipsis citaron este martes en la presentación de sus conclusiones el auge de la inteligencia artificial, la proliferación de armas nucleares, la guerra entre Rusia y Ucrania y la que libra Israel en Gaza, las amenazas biológicas, la crisis climática y la desinformación rampante promovida en muchos casos por los propios Estados. En el acto, que empezó, ay, con retraso, contaron con el popular divulgador científico Bill Nye, y la voz cantante la llevó Rachel Bronson, presidenta y consejera delegada del Boletín de Científicos Atómicos.
Estos relojeros del apocalipsis suelen recibir críticas por su alarmismo, pero ellos defienden que de eso precisamente se trata, de alertar a la humanidad de los peligros que la acechan. El grupo lo forman expertos de primer nivel, premios Nobel incluidos, que se prestan a un juego de hipótesis que empezó poco después de las primeras bombas atómicas y de que varios integrantes del Proyecto Manhattan pusieran en marcha el Boletín.
En 2018, el reloj dio las 23.58. Nunca se habían quedado tan cerca de la medianoche, salvo en una ocasión: fue en 1953 cuando Estados Unidos y la Unión Soviética se hallaban en plena carrera armamentística con las bombas termonucleares. Desde aquel récord de hace seis años, se han sucedido uno tras otro. En enero de 2020, lo dejaron a 100 segundos del final. Después, llegó la pandemia del coronavirus (y el reloj no se movió), y más tarde, una guerra en Europa, que provocó que en 2023 solo 90 segundos, otra marca, nos separaran del final de los tiempos.
En su primera edición, en 1947, lo colocaron a siete minutos. Y desde entonces, se ha movido 25 veces al tiempo que iba convirtiéndose en un referente de la cultura popular, gracias a sus cameos en películas como Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?, de Stanley Kubrick, o canciones de Smashing Pumpkins. Los mejores registros llegaron a principios de los años noventa, con la caída del bloque soviético y del Muro de Berlín. En 1991, las manecillas se quedaron a 17 minutos de la medianoche, 7 minutos antes que el año anterior. Desde entonces, y con la salvedad de 2009 y 2010, el reloj no ha parado de adelantarse. En 2007, se incluyó el cambio climático como un peligro grave para la humanidad y ese factor no ha dejado en todos estos años de dar cuerda a los malos presagios.
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