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Detenidos dos activistas climáticos por pintar de nuevo la puerta de Brandeburgo de Berlín | Clima y Medio Ambiente

Prácticamente no hay semana en que los activistas climáticos de Última Generación (Letzte Generation) no aparezcan en los medios de comunicación alemanes. De eso precisamente se trata: de llamar la atención con sus acciones, cada vez más cuestionadas por la ciudadanía e incluso por políticos ecologistas, para alertar a la sociedad sobre la crisis climática. El grupo, conocido sobre todo por bloquear carreteras y pegarse al asfalto, ha vuelto a actuar en Berlín. Este jueves la Policía detuvo a dos de sus activistas con las manos en la masa, mientras ensuciaban otra vez con pintura naranja la emblemática puerta de Brandeburgo.

Su objetivo no era solo dejarse ver en uno de los monumentos más visitados de la capital, sino mandar un mensaje: seguirán haciendo lo que hacen y asumirán las consecuencias. Es la segunda vez que pintan la puerta de Brandeburgo, donde hace dos meses varios de sus activistas consiguieron cubrir de un llamativo color naranja buena parte de las seis columnas de la fachada este, la que da al bulevar Unter den Linden. Los daños que provocaron en la piedra arenisca del icónico monumento se calcularon inicialmente en 35.000 euros, pero una inspección detallada elevó después la factura para la ciudad a 115.000 euros. El delicado proceso de limpieza todavía está en marcha; de hecho, aún hay andamios cubriendo la fachada este. Por eso esta vez los activistas se dirigieron a la contraria, la que da al parque Tiergarten.

La Policía de Berlín informó de dos detenciones, las dos personas a las que encontró en plena acción con pinceles y cubos de pintura naranja dando una capa de color a las columnas del siglo XVIII. En la protesta de septiembre los detenidos fueron 14 y sus métodos, mucho más profesionales. Usaron extintores de incendios reconvertidos en pulverizadores para poder rociar la pintura con mayor rapidez y a mayor altura.

Un agente de policía trata de despegar las manos de dos activistas de Letzte Generation durante una acción de protesta en Berlín el 25 de abril pasado.JOHN MACDOUGALL (AFP)

“La puerta de Brandeburgo vuelve a teñirse de naranja. El monumento nacional, ahora también monumento al fracaso en la catástrofe climática”, titulan los activistas en el comunicado con el que informan de su acción. La organización empezó a hacerse conocida justo antes de las últimas elecciones federales, en septiembre de 2021, cuando varios de sus activistas iniciaron una huelga de hambre y acamparon frente al Bundestag, el parlamento alemán, para pedir reuniones con los diputados.

El grupo ha protagonizado en los últimos meses decenas de acciones de protesta en museos y aeropuertos. También en las calles de ciudades como Berlín, donde han paralizado el tráfico numerosas jornadas a primera hora al pegarse al asfalto en vías de entrada y salida a la capital. Las protestas han sido habitualmente pacíficas, con los activistas ejerciendo resistencia pasiva frente a la policía, pero también se han registrado episodios violentos. Algunos automovilistas han salido de sus vehículos y les han retirado ellos mismos de la vía con gran agresividad.

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La puerta de Brandeburgo, en Berlín, cubierta por andamios esta semana.
La puerta de Brandeburgo, en Berlín, cubierta por andamios esta semana. FILIP SINGER (EFE)

Con sus llamativas acciones Última Generación se ha convertido en el grupo de activismo climático más conocido de Alemania, defendido por unos y odiado por otros. Sus propuestas van del largo plazo —que el Gobierno alemán legisle para abandonar completamente el uso de combustibles fósiles en 2030— al más inmediato, que consistiría en imponer un límite general de velocidad de 100 kilómetros por hora en las autopistas para conseguir una rápida reducción de emisiones. Alemania es uno de los pocos países sin límite de velocidad en las Autobahn, un asunto controvertido que cada cierto tiempo se cuela en el debate público. Los liberales, socios del Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz junto con Los Verdes, están en contra de acabar con la última libertad al volante de los alemanes.

Las protestas de Última Generación han dejado ya un reguero de condenas judiciales y cuantiosas multas. El último caso se conoció este jueves. Christian Bläul, de 41 años, físico de profesión, ha sido condenado a siete meses de libertad condicional por haber participado en cuatro bloqueos de carreteras, informa el grupo. Bläul lleva más de año y medio en la organización y ya estuvo encarcelado 16 días en Suecia por otra protesta. “Para concienciar sobre la catástrofe, estoy dispuesto a ir a la cárcel”, asegura en unas declaraciones recogidas por el grupo.

Un tribunal de Múnich ha condenado también recientemente a tres activistas a pagar multas por causar daños contra la propiedad por pegarse al marco dorado de un cuadro de Rubens en la Alte Pinakothek de la ciudad bávara. Hace unos meses otros tres activistas fueron condenados a penas de cárcel de entre tres y cinco meses por bloquear una carretera federal en Heilbronn. Era su segunda condena. En mayo la fiscalía de Baviera ordenó una redada contra varios activistas, a los que considera sospechosos de organización criminal.

El canciller, Olaf Scholz, ha calificado de “completa locura” las campañas de Última Generación y ha dicho que considera “contraproducentes” sus métodos. Incluso prominentes políticos de Los Verdes, como Robert Habeck, ministro de Economía y Acción Climática, han criticado al grupo. “Las protestas enfadan a la gente, dividen a la sociedad, y, en ese sentido, no creo que sean una contribución útil a la protección del clima”, dijo hace unos meses cuando la organización anunció una campaña masiva de bloqueo de carreteras.

By Xilda Borrego Nino

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