Cristina García Rodero (Puertollano, 74 años) es una luchadora infatigable que comenzó hace medio siglo a tomar fotografías por pueblos en fiestas que quedaban a desmano, en una España sin autopistas y con trenes que parecían no llegar nunca a su destino. La Niña, como algún fotógrafo la llamaba con displicencia en sus inicios, es hoy premio Nacional y el primer nombre de la fotografía española que ingresó en la célebre agencia Magnum. Más allá del cliché de fotógrafa de fiestas, su mirada humanista se ha interesado en las personas, en documentar cómo sienten y viven. En estas imágenes entresacadas de su nuevo libro, Ser fotógrafa, un regalo de la vida (JdeJ Editores), se aprecia su calidez y cercanía hacia las mujeres, como esa madre que abraza a su hija entristecida, en un retrato que remite al conocidísimo que Dorothea Lange tomó a una mujer con sus dos hijos en la California de la Depresión.
Son todas ellas fotografías con potencia visual, amplificada por lugares como la India, un país especial para ella, al que vuelve siempre que puede, pese al riesgo de acabar arrollada por la multitud extasiada en uno de sus coloridos festejos. O Haití, con su cascada purificadora, donde mujeres y hombres desnudos y en trance invocan a los espíritus para intentar sobrevivir en uno de los países más miserables de la Tierra. Hay también mujeres que disfrutan, mientras otras se muestran recatadas, envueltas en el velo de la religión. Y luego está la autenticidad de las niñas, iniciadas en rituales que seguramente ya vivieron sus madres y abuelas. Valiente y desobediente, García Rodero seguirá con sus cámaras por cada rincón del planeta hasta que las piernas se lo permitan, y donde estas la lleven buscará lo mismo que cuando todo empezó: fotografiar las emociones.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_