Hace un par de meses, Benjamín Ballesteros (Madrid, 51 años) se sentó en la sede en Madrid de la Fundación Anar, de la que es director técnico, para presentar el último estudio de esta organización dedicada a ayudar a menores en riesgo. Ese análisis —Evolución de la violencia contra las mujeres en la infancia y adolescencia en España, según su propio testimonio— reflejó que entre las más jóvenes las llamadas por violencia machista a su número de atención se están disparando. Es una realidad que arrojan desde hace varios años estadísticas e informes institucionales y de diferentes organismos. ¿El foco? Siempre o casi siempre está sobre ellas, sobre las víctimas. Sin embargo, aquel día, Ballesteros incidió en una idea que para muchos especialistas cada vez es más urgente: poner el foco en ellos, en quienes agreden.
Pregunta. ¿Por qué aquel día decidió resaltar ese cambio de perspectiva?
Respuesta. Es muy importante porque la solución tiene que comenzar por parte de todos. Lo que vimos en el estudio, que no solo recoge información de violencia sobre las mujeres sino también centrado en la opinión de expertos y de los propios jóvenes, es que existía una coincidencia en que la implicación del hombre es necesaria y que el hombre es parte de la solución a la hora de erradicar la violencia machista.
P. ¿Qué fue exactamente lo que vieron?
R. Pongo un ejemplo. En las escuelas, la directora de Anar de la formación en centros, cuando va a dar esa temática, observa que los adolescentes se ponen a la defensiva, incluso con actitud beligerante, se sienten acosados y piensan que se les está demonizando, criminalizando. Piensan que se tienen que defender de esa visión.
P. ¿Es un reflejo de la reacción antifeminista que también existe en la sociedad, en la política?
R. Hay una polarización en torno a esto que no debería existir. La lucha contra la violencia machista no tiene o no debería tener color político. Esta violencia se produce en todos los estratos de la sociedad, no entiende de partidos políticos, de derechas o de izquierdas, de clase social. Es una realidad.
P. ¿Perciben esa polarización habitualmente?
R. Sí, y vemos también la importancia de incidir en que este no es un problema de hombres contra mujeres, o de la sociedad contra los hombres, que es algo que escuchamos frecuentemente. No. Esto es una realidad que daña primero a las mujeres, pero también a los hombres, nos daña a todos. Por eso creemos que es importantísimo implicar a los hombres de forma activa, tenemos que ayudar a cambiar esa visión.
P. ¿Cómo?
R. Conociendo primero esa realidad. En el 63,7% de los casos [del estudio] los agresores son menores de entre 14 y 17 años. Son sus primeras relaciones y ya están expresando ahí la violencia, ahí es muy importante la labor de prevención y formación, explicarles las raíces sociohistóricas de la desigualdad que lleva a la violencia. También a través del tratamiento psicológico que reciben los menores cuando agreden, menores que crecen en un entorno machista, donde hay un componente transgeneracional por el que si las ven las reproducen. Si ese tratamiento es profundo y les hace verlo y ver que tienen que alejarse de esas conductas, más probabilidades de que no vuelvan a reproducirlas.
P. ¿Y es importante que haya hombres en ese trabajo de prevención o tratamiento?
R. Sí. Tiene más posibilidades de ser acogida una idea o una formación si tú te sientes identificado con la persona que te lo está transmitiendo. Si son otros hombres van a tener menos resistencias y se puede evitar esa polarización por la que, cuando les planteas el tema, se ponen a la defensiva y se colocan rápidamente en la negación del problema. Hay que trabajar para que ellos entiendan que no solo es un problema social, sino uno que también les perjudica a ellos y que vean las consecuencias. Si eso lo hace un hombre es como cuando ves una película de cine: si te toca algo en lo personal o te identificas con los protagonistas, la película te encanta. Tenemos que buscar que de alguna forma ese aprendizaje se dé por imitación, y para eso también hace falta que quienes los educan también estén, evidentemente, formados, para que también sepan identificar la violencia. Es una labor importante de reeducación a distintos niveles.
P. ¿Fuera del ámbito educativo también?
R. Sí. Otro punto muy importante es la tecnología. Tenemos otra realidad, la virtual, que forma parte de nosotros desde hace ya tiempo, con una gran penetración en nuestro día a día. La implicación de los influencers, youtubers, gamers… Tienen que ser conscientes de su labor educativa. Si un youtuber tiene cinco millones de adolescentes escuchándolo y habla de las mujeres como objetos sexuales, habrá muchos que se identifiquen con él. Si son conscientes de que pueden ser capaces de transmitir valores de igualdad y buen trato, esa es una labor esencial hacia el cambio, porque ellos imitan estos modelos, son personas que en la adolescencia de los menores tienen mucha fuerza.
P. ¿Cuál cree que es el cambio más urgente?
R. Empezar el llamamiento a los hombres. Tenemos un papel. Cuando vamos a cualquier foro de violencia de género y el hombre no habla, no cuenta, no está presente. Esa ausencia ha tenido su sentido históricamente para reivindicar el rol de la mujer y la igualdad.
P. ¿Cree que ha llegado el momento de que pueda darse esa implicación?
R. Sí. Debemos ser ejemplo para nuestros hijos e hijas, con inteligencia emocional, asertividad, no usando la violencia, solucionando los problemas con comunicación, solo así ellos entenderán la importancia de evitar la violencia, pensando primero y sobre todo en las víctimas de esa violencia, y también pensando en ellos mismos, que puedan crear vínculos sanos, que puedan cambiar ese concepto erróneo de lo que han aprendido. Debemos eliminar esa dureza emocional con la que se educa a los hombres, y por la que no pueden ni expresar sus emociones. Tenemos que hacerlo. También en el trabajo, por ejemplo, para con las nuevas personas que llegan. La primera instancia socializadora es la familia, pero todos nosotros, en todos los ámbitos, tenemos que tener un papel activo en esto.
P. ¿Y cree que es factible?
R. Me gustaría que lo fuese. Pienso que si los hombres no nos implicamos, siempre parte del problema se va a quedar sin resolver, la mitad de la población se va a quedar fuera. El hombre tiene que empezar a tomar conciencia, somos parte de la solución.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de toda la violencia machista —de la física a la psicológica, la sexual o la trata—, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
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